Victoria Rodríguez Ceja comentó que si Banxico no baja la tasa de interés en términos nominales, lo más probable es que la tasa real suba, haciéndose aún más restrictiva la política monetaria.
Enrique Quintana.
Cuando el jueves pasado, la Junta de Gobierno del Banco de México comunicó la posibilidad de que, en la siguiente decisión de política monetaria, el 21 de marzo, pudiera comenzar una baja en las tasas de interés, quizás algunos pensaron que eso podría impactar en la paridad del peso frente al dólar.
Efectivamente, de niveles cercanos a los 17 pesos, subió hasta 17.17 pesos al darse a conocer el comunicado.
Sin embargo, la paridad bajó a 17.08 el viernes por la tarde.
La anticipación de una posible baja de tasas no tuvo un impacto mayor en la cotización de nuestra moneda.
Este fin de semana, tuve la oportunidad de conversar con la gobernadora de Banxico, Victoria Rodríguez Ceja, respecto a la decisión de la Junta.
Una de las consideraciones que puso sobre la mesa la gobernadora es el hecho de que, en la perspectiva de un proceso de desinflación, si el Banxico no baja la tasa de interés en términos nominales, lo más probable es que la tasa real suba, haciéndose aún más restrictiva la política monetaria.
¿Cómo hablar de desinflación si el índice de precios al consumidor ha tenido variaciones crecientes desde el mes de noviembre?
El cambio de tono en el comunicado de la Junta de Gobierno del Banxico deriva de que la inflación subyacente sí bajó en enero.
Hay que recordar que el INEGI divide la inflación general en dos grandes rubros, la subyacente y la no subyacente.
No es una innovación peculiar de México. En el mundo desarrollado, como por ejemplo en Estados Unidos, se le pone el foco a la llamada “core inflation”, que excluye los precios de la energía y de los alimentos.
En el caso de México, para calcular la inflación subyacente se excluyen los precios de los productos agropecuarios, que tienen fluctuaciones muy marcadas y estacionales, así como los precios de los energéticos y de las tarifas fijadas por el gobierno.
La inflación subyacente, que es la que resta al excluir estos componentes, tiende a ser un mejor indicador de las presiones inflacionarias de mediano plazo.
Por esa razón, pese a que, en el mes de enero, con la cifra de 4.88, la inflación general parece haberse ido para arriba, al aumentar por tercer mes consecutivo, la inflación subyacente tuvo un punto de quiebre al colocarse por debajo de 5 por ciento por primera vez desde septiembre de 2021.
Además, se acumulan ya 12 meses continuos de bajas en este indicador.
El índice general de inflación se fue para arriba en enero sobre todo por el incremento de 21.8 por ciento anual en los precios de frutas y verduras.
El alza es tan marcada que es previsible que, así como subió rápidamente, pueda bajar en las próximas mediciones.
Es decir, la lógica de la Junta, expresada por la gobernadora, es que se visualiza –por ahora, al menos– una tendencia firme en el proceso de desinflación en México.
Por esa razón es que se tomó la decisión de transmitir la percepción de que puede venir un ajuste en las tasas de interés tan pronto como en el mes de marzo, sin el temor de que esto vaya a traer una situación de inestabilidad en los mercados financieros o específicamente en el tipo de cambio, pues las tasas reales seguirán elevadas.
Aun con una tasa de 11 por ciento, suponiendo que Banxico bajara en un cuarto de punto su tasa de referencia, la tasa real se mantendría sustancialmente elevada, lo que seguiría manteniendo muy atractivos los precios de los activos en pesos.
Hay que señalar que, incluso si en marzo la Reserva Federal no baja la tasa, el escenario más probable es que finalmente sí lo haga el Banxico.
Rodríguez Ceja me dijo claramente que la decisión de la Reserva Federal es tan solo uno de los factores que se toman en cuenta para que el Banxico tome su decisión, pero los ciclos monetarios de ambos países son diferentes.
Así que, salvo que hubiera alguna sorpresa, tendremos el primer ajuste a las tasas el próximo 21 de marzo.