Luego de cinco meses de que el FAM fuera lanzado formalmente y tres de que se definió la candidatura de Xóchitl Gálvez, es tiempo de definiciones.
Enrique Quintana.
El pasado 27 de junio fue lanzado el Frente Amplio por México, integrando a organizaciones de la sociedad civil y con el respaldo del PRI, PAN y PRD.
El 3 de julio se dieron a conocer las reglas para seleccionar al candidato o candidata presidencial del Frente.
Luego de un proceso de recolección de firmas y encuestas, el 30 de agosto, Xóchitl Gálvez se convirtió en la virtual candidata tras de que el PRI quitó su respaldo a Beatriz Paredes.
Por esa razón, ya no se concluyó la última fase del proceso de selección, que implicaba una elección primaria.
Desde que se truncó el proceso parecieran haber surgido nubarrones que no se han ido.
Estamos casi a tres meses de que se definió la candidatura de Xóchitl y a cinco meses de que el Frente fuera lanzado formalmente.
Y creo que, para el Frente, estamos también en un tiempo de definiciones.
Las elecciones presidenciales se realizarán dentro de seis meses y cinco días, y en ese lapso se requiere un cambio profundo en la dinámica opositora si se pretende que sea competitivo.
De entrada, se requiere una visión autocrítica que acepte que las cosas no están saliendo como pensaban.
Hasta ahora, cuando se cuestionan las deficiencias de una campaña que, de facto, lleva casi tres meses (o cinco si se considera el proceso interno del Frente) la respuesta de muchos de los que respaldan a Xóchitl es que criticarla significa que se respalda a AMLO o a su candidata, Claudia Sheinbaum.
Las encuestas que dan una ventaja amplia a la exjefa de Gobierno de la Ciudad de México son descalificadas de manera inmediata, señalando que seguramente están manipuladas a favor de Claudia.
Desde este espacio le he señalado insistentemente que basar una campaña en indicar que la economía mexicana está en una condición desastrosa no se corresponde con la realidad que día con día reflejan las estadísticas oficiales.
Se apuesta a una crisis que no llega y que erosionaría las bases de respaldo que tiene el actual gobierno.
Y si no llegara, adiós a esa apuesta.
No se admite el problema original que tiene el Frente: el hecho de que la candidata se ostenta como ciudadana, pero es postulada por una coalición de tres partidos.
Parecieran existir dos planos completamente diferenciados: la campaña de la que será candidata presidencial y los movimientos internos de los partidos, que no son consistentes entre sí, ni se refuerzan y amplifican.
Si no se admite que existe un problema no hay manera de resolverlo.
¿Qué tendría que ocurrir para salir del laberinto por el que está pasando la campaña de la virtual candidata del Frente?
Creo que por lo menos dos cosas. La primera es la construcción de una narrativa que verdaderamente funcione.
No es suficiente con que Xóchitl cuente una y otra vez su historia que le permitió pasar de vender gelatinas a convertirse en candidata presidencial.
Lo que se requiere es una narrativa para el país, que trascienda a la persona de la candidata.
No funcionan los argumentos relativos a los riesgos para la democracia, a la concentración del poder, al desmantelamiento del aparato de gobierno. Todo ello puede ser cierto, pero el votante dubitativo necesita algo más terrenal.
Como le he narrado en esta columna, estamos en una etapa de la historia en la que los opositores tienen más posibilidades de ganar debido al malestar que existe entre una ciudadanía insatisfecha a nivel global.
Las cosas en México, sin embargo, son diferentes. AMLO y Morena siguen teniendo un gran respaldo.
Pero, si los opositores parten de la base de que ese respaldo es igual al que tuvieron otros presidentes y que no hay ninguna diferencia, otra vez se yerra en el diagnóstico.
Son demasiadas las voces que señalan que la campaña de Xóchitl, así como está, no va a ninguna parte.
Ya estará en ella y sus colaboradores que acepte que, si quiere competir, tendrá que asumir que ha cometido errores, identificarlos y resolverlos.
Si no fuera así, me parece que lo que tendríamos sería una trayectoria a la baja que sería nociva para nuestra democracia.
Y mientras tanto, en la tienda de enfrente, en Morena, se mueven y organizan como si ellos fueran los que tuvieran que remontar la desventaja.