Gerardo Galicia
En México, la confianza en los partidos políticos está en un mínimo histórico, y la desilusión de la sociedad es evidente. En un momento en que la democracia mexicana debería florecer, los partidos tradicionales, como MORENA, PRI, PAN y PRD, están perdiendo su conexión con sus raíces y su razón de ser. La desvinculación entre estos partidos y la ciudadanía se ha convertido en una fuente de preocupación, amenazando la estabilidad de la democracia en el país.
Los partidos políticos en México fueron fundados con la noble intención de ser intermediarios entre el Estado y la sociedad civil. Su deber original era representar los intereses y deseos de la ciudadanía, fomentar la socialización política y enriquecer la democracia del país, proporcionando opciones políticas diversas. Sin embargo, en la actualidad, parecen haber olvidado estos principios fundamentales.
El descrédito de los partidos políticos no es injustificado. Sus dichos y acciones han contribuido al desencanto de la sociedad, convirtiéndolos en instituciones carentes de credibilidad y valores. La clase política dirigente ha perdido su legitimidad y ya no representa los intereses del pueblo. Más bien, se ha transformado en una clase dominante que utiliza la coerción en lugar de la representación auténtica.
Un estudio cuantitativo realizado por la empresa INDAGA revela la profundidad de la desconfianza hacia los partidos políticos. Un 33% de los encuestados considera a los partidos como una de las tres instituciones en las que menos confían, solo superados por el gobierno en general (35%). Además, cuando se les preguntó si los partidos políticos que han gobernado cumplieron con sus expectativas, el 68% respondió negativamente. Esto es una señal clara de que los partidos tradicionales están en peligro de perder votantes, mientras que los partidos emergentes podrían ganar terreno.
La crisis de los partidos políticos en México se debe a la brecha cada vez más amplia entre estos partidos y la sociedad que se supone que deben representar. La pérdida de legitimidad y el distanciamiento de los valores originales han llevado a la desconfianza generalizada en la política. La clase política debe reconocer su papel como servidora de la sociedad y trabajar en la recuperación de la confianza de la ciudadanía. La democracia en México depende de ello, y la restauración de la fe en los partidos políticos es fundamental para el futuro de la nación.