Pocos debates presidenciales han cambiado las tendencias de la votación, ni en México ni en otros lugares.
Enrique Quintana.
Los debates presidenciales en México son relativamente recientes.
El primero, y quizás el más recordado de todos ellos, fue el celebrado el 12 de mayo de 1994, entre Ernesto Zedillo, Cuauhtémoc Cárdenas y Diego Fernández de Cevallos.
El ganador indiscutible del debate fue Diego.
No fue suficiente para inclinar la balanza de la elección, que ganó Zedillo, porque falló la estrategia posterior, pero sí para que casi 30 años después todavía recordemos ese episodio.
Como abogado y tribuno bien adiestrado, Diego atacó y cuestionó tanto a Zedillo como a Cárdenas, de manera directa y contundente. Ninguno de ellos tuvo la agilidad y prestancia para responder por lo que eso posicionó a Fernández de Cevallos como la gran sorpresa, lo que le valió sumar votos y quedar en el segundo lugar en la elección.
El 26 de mayo del año 2000 se celebró otro debate que dejó huella. Los protagonistas fueron Vicente Fox y Francisco Labastida. Los otros candidatos: Cárdenas, Camacho, Muñoz Ledo y Rincón Gallardo, pasaron a segundo plano.
Lo célebre de aquel debate fueron los certeros ataques de Fox a Labastida. Todavía se recuerda el dicho: “a mi lo majadero se me quita, pero a ustedes lo corrupto nunca”. O la muy lamentable intervención de Francisco Labastida: “Me ha llamado ‘chaparro’, me ha llamado ‘mariquita…’”.
Otro episodio que aún se recuerda en esa elección fue el intento obstinado de Vicente Fox de que se organizara un debate por parte de la Cámara Nacional de la Industria de la Radio y la Televisión (CIRT): “Hoy, hoy, hoy”, palabras que aún tienen eco, aunque no hayan sido parte de ningún debate.
El 25 de abril del 2006 se produjo otro hito de los debates de candidatos presidenciales. En esa ocasión, el candidato que era el puntero de casi todas las encuestas, Andrés Manuel López Obrador, no asistió. Su atril apareció vacío junto a los de Felipe Calderón, Roberto Madrazo, Patricia Mercado y Roberto Campa.
Con un desplante que, por cierto, recientemente tuvo Trump en los recientes debates republicanos, juzgó no necesitar hacerse presente en esa discusión.
No sabemos qué hubiera ocurrido si hubiera acudido, pero el efecto negativo que tuvo la inasistencia fue tan manifiesto que el 6 de junio sí acudió al segundo debate donde hacia el final reveló el presunto “Hildebrandogate”, que le sirvió para darle un nuevo empuje al final de la campaña.
Con todo, AMLO perdió la ventaja amplia que llevaba, merma a la que quizás pudo haber contribuido su inasistencia al primer debate.
Se escribió la historia y Calderón ganó la elección.
En el año 2012, un personaje accesorio se convirtió en protagonista: Julia Orayén, ‘la edecán’.
En la memoria colectiva está más presente la figura de la edecán y la mirada lasciva de Gabriel Quadri que el contenido de las frases de ese debate que reunió a Enrique Peña, Andrés Manuel López Obrador, Josefina Vázquez Mota y al propio Quadri.
Al final, el debate no cambió las tendencias y Peña ganó la elección.
En el proceso más reciente, el del 2018, otro personaje pintoresco se convirtió en notoriedad: El Bronco, Jaime Rodríguez, quien exhibió una bala y luego propuso seriamente cortarle las manos a quienes roben.
Los debates de hace seis años no cambiaron las cosas. AMLO acudió a todos ellos y tuvo la habilidad para hacerse notar por sus dichos: “Ricky, riquín, canallín”. Y prácticamente nadie recuerda ya las propuestas de ninguno.
Pocos debates presidenciales han cambiado las tendencias de la votación, ni en México ni en otros lugares.
Quizás uno que sí tuvo esa característica fue el debate Nixon-Kennedy, el 26 de septiembre de 1960. Se trataba del primer debate presidencial televisado.
Un aspirante demócrata atractivo, con una gran imagen televisiva, muy bien preparado para estar frente a las cámaras, enfrentado al vicepresidente Nixon, desaliñado, nervioso, sudoroso y titubeante, marcaron la diferencia.
El triunfo de Kennedy en la votación popular fue por una ventaja de 0.17 por ciento, lo que le permitió una ventaja de 84 votos electorales.
Quizás si Nixon hubiera tenido un mejor desempeño en el debate la historia hubiera sido otra.
El día de hoy ocurrirá el primer debate presidencial de este proceso electoral.
El sentido común diría que Claudia Sheinbaum va a tratar de administrar su ventaja mientras que Xóchitl Gálvez va a ir cargada de ‘obuses’ porque necesita tener un gran impacto en esta discusión. Álvarez Máynez va a tratar de que la gente recuerde que existe.
Veremos si esa expectativa se hace efectiva o si el debate nos reserva alguna sorpresa.