No debería ser una sorpresa. El país vive su enésima crisis desde la Revolución Cubana de 1959. La vida cotidiana es difícil para los cubanos. Implica vivir sin electricidad y hacer frente a la escasez de combustible , hacer colas interminables para comprar alimentos escasos y afrontar enfermedades sin medicamentos .
Como era de esperar, un gran número de ellos intenta regularmente huir del país. Solo en 2022, mas de 300,000 Cubanos llegaron a Estados Unidos, cifra que no incluye a los que murieron en el mar o quedaron atrás mientras cruzaban Centroamérica. Miles más intentan llegar a otros destinos.
Pero esta crisis no es fundamentalmente diferente de las anteriores en términos de gravedad. En cambio, el Factor X es la figura del propio Díaz-Canel, o más bien, el vacío que él representa. Si bien se supone que el ex presidente Raúl Castro, de 91 años, continúa tomando las deciciones detrás de escena, su ausencia pública ha inculcado un sentido de desafío entre los cubanos.
Las dictaduras de Fidel y Raúl Castro habían proporcionado un vínculo vivo y simbólico con la revolución para muchos cubanos. Pero sin los Castro visiblemente al mando, el gobierno ha perdido lo que lo había sostenido durante crisis anteriores: la fe ciega de sus súbditos. Durante la emigración masiva de cubanos desde el puerto de Mariel a Estados Unidos en 1980, o durante las tensiones en la década de 1990 tras la caída del muro de Berlín o, más recientemente, cuando Cuba perdió parte de su acceso al petróleo venezolano , el régimen podía contar con amplio apoyo público para llevarlo a cabo. Hoy están apareciendo nuevas grietas.
La ausencia de ese poder simbólico, junto con las indignidades habituales de la vida en Cuba, ha dado lugar a expresiones públicas de descontento sin precedentes. Por ejemplo, en el verano de 2021, por primera vez en más de seis décadas, multitudes salieron a las calles en 62 lugres de todo el país para exigir un cambio en el rumbo de la nación. El régimen respondió con una dura represión que se saldó con más de 1, 700 presos políticos . Y a principios de este mes, el gobierno reprimió violentamente a las personas que protestaban por la escasez generalizada en la ciudad de Caimanera.
Para empeorar las cosas para el régimen, Díaz-Canel no tiene carisma. Es un burócrata civil sin pedigrí revolucionario y sin dotes de oratoria. Cuando repite las viejas fórmulas de los hermanos Castro: “mirar hacia el futuro”, “después de la tormenta, brillará el sol”, “la única manera de superar la crisis es permanecer unidos”, “confiar en las decisiones del líderes”: el pueblo cubano simplemente no le cree. Díaz-Canel se ha visto obligado a asumir un papel que le resulta demasiado grande. Cuando se enfrenta a una protesta, su único recurso es elevar la represión a niveles escandalosos .
Esa represión no ha logrado eliminar el descontento o la disidencia; sólo lo ha transformado. Ante la imposibilidad de expresarse abiertamente, los cubanos se abstuvieron en gran número de votar . Sólo había un candidato, Díaz-Canel, de un único partido autorizado, el Partido Comunista. Pero de los más de 8 millones de votantes de Cuba , sólo el 75 por ciento participó, mientras que el resto se abstuvo. Esto es nuevo . El régimen está acostumbrado a una unanimidad casi absoluta. Durante la época de Fidel Castro, la participación electoral superó regularmente el 95 por ciento. E incluso Raúl Castro todavía reunió alrededor del 90 por ciento en 2013.
Eso sí, gracias al sistema indirecto que rige en Cuba, el 97 por ciento de los 497 miembros del parlamento cubano que actuaban como electores votaron por Díaz-Canel como presidente sin dudarlo. Vestido con su uniforme militar, Raúl Castro, presente en el hemiciclo pese a no ocupar ningún cargo público, se levantó de su asiento para ser el primero en felicitarlo por su victoria.
El status quo se prolonga. Pero se está desmoronando año tras año, mes tras mes y día tras día.